Teníamos 4 días libres para hacer una corta escapada y decidimos decantarnos por la ciudad italiana de Milan y el Lago di Como.
Los vuelos a Milán desde Madrid son bastante numerosos y económicos. Milan tiene 3 aeropuertos: Malpesa y Bérgamo (un poco alejados de la capital) y Linate (más cercano). Nosotros llegamos a Malpesa (a unos 50 km. de Milán). Para llegar al centro de la ciudad hay varias posibilidades, como tren o autobús, aunque lo más recomendable si tienes intención de rutear, es alquilar un coche, ya que resultan bastante asequibles.
Milán es una ciudad muy transitada, asi que no te recomiendo entrar con el coche, ya que es muy fácil moverse en metro o tranvía. Nosotros aparcamos el coche en Lampugnano, un garage de 1800 plazas muy seguro, cómodo y económico (los precios del parking varían entre 1,50 euros por 5 horas a 7,50 euros por 24 horas). Lampugnano enlaza con las diferentes lineas del metro, y en 20 minutos se llega al centro. Los billetes para el transporte público se compran en las paradas de metro (hay maquinas), quioscos y estancos. Los billetes sencillos cuestan 2€ y los combinados de10 viajes 18€, aunque lo mas recomendable es el abono de 1 día (24h) por 7€. Los tranvías son también un buen medio para moverte por Milán, sobre todo los antiguos de madera que se caracterizan por su color amarillo y llevan funcionando desde 1876.
Desde el Quadrilátero de Oro se puede coger la línea 1 del tranvía que te llevará por el Barrio de Brera hasta el Castillo Sforzesco y el Parque Sempione. Otras líneas habituales turísticas son la línea 2 y la 9 que te permiten llegar al barrio de Navigli pasando por el centro histórico. El precio del billete es de 2,20€, pero hay abonos diarios que salen más baratos. Nosotros desde la estación de metro de Lampugnano tomamos la linea 1 de metro hasta la estación de Duomo, desde donde comenzaremos nuestra ruta por el casco antiguo, que si te organizas bien puedes hacerla en un solo día, o día y medio.
Milan es la capital de la región de Lombardía y del Norte de Italia, una ciudad viva y dinámica, donde la historia y la modernidad han encontrado su perfecto equilibrio. La Plaza del Duomo marca el centro de la ciudad, tanto en su ubicación geográfica, como por su importancia artística, cultural y social. Tiene forma rectangular con una superficie de 17000 m², y alberga algunos de los edificios históricos más importantes de Milán, entre los que destaca la impresionante catedral llamada “Duomo“.
Es una de las catedrales más bonitas del mundo, de estilo gótico, se empezó a construir a finales del siglo XIV, y tardó cinco siglos en ser terminada. Sobresale por su fachada de mármol blanco rosado, y por sus impresionantes terrazas de espiras ornamentadas con nichos, esculturas y relieves, donde se contemplan unas preciosas vistas panorámicas del centro histórico.
Su interior presenta un suelo de mosaico impresionante, así como unas imponentes vidrieras. Lo completa la Estatua de Bartolomé el Apóstol, un enorme órgano y un altar de mármol de estilo renacentista, que guarda en la parte de atrás un Clavo de la Cruz de Cristo.
Desde la misma Plaza del Duomo se accede a la Galería Vittorio Emanuele II) conocida como el “Salón de Milán”. Fue construida en el siglo XIX en forma de cruz y sobresale por su gran cúpula acristalada que une la Plaza del Duomo con la Plaza de La Scala, dos de las plazas más importantes de la ciudad. Dentro de la galería se encuentran tiendas de importantes firmas de lujo, cafeterías históricas como el Café Biffi, así como restaurantes con bonitas terrazas donde disfrutar de un sabroso helado italiano.
En el suelo y los laterales de la galería hay varios mosaicos, entre los que destacan la loba de Roma y el toro de Torino, en el que se ve un pequeño agujero en el dibujo. Se dice que si pones el pie dentro y das tres giros, te traerá muy buena suerte.
De la Plaza del Duomo, bajando por la popular Vía Dante en unos 20 minutos llegamos al Castillo Sforzesco. Tiene su origen en una fortaleza construida durante el siglo XIV. Fue ocupado de forma sucesiva por franceses, españoles y austriacos, destruido por Napoleón en 1801 y reconstruido un siglo después para devolverlo al aspecto que tenía en la época de esplendor de la familia Sforza. En el interior del castillo se encuentran una pinacoteca, dos bibliotecas y más de diez museos entre los que destacan el Museo de Arte Antiguo, el Museo de Muebles y esculturas en madera, el Museo Egipcio y la Pinoteca.
Además en el edificio Ospedale Spagnolo se encuentra la Pietá Rondanini, la última escultura del genial Miguel Ángel que quedó inacabada.
Partimos hacia nuestra ansiada visita; la iglesia de Santa Maria delle Grazie, (a 15 m. caminando desde el castillo). Se trata de un antiguo convento dominico con una iglesia y un coqueto claustro. Pero lo más particular es que el interior del refectorio alberga una de las obras maestras de la historia del arte: “ La Última Cena” de Leonardo da Vinci.
El paso del tiempo y las diferentes guerras han causado deterioro en la pintura y aún después de una gran restauración, todavía se encuentra en un frágil estado de conservación, por lo que se limita el acceso a pocas visitas durante el día. Es imprescindible reservar previamente. El fresco es impresionante y te deja sin palabras, al menor para mí, que he podido cumplir uno de mis sueños, contemplar esta joya viva del arte.
A 10 minutos andando llegamos a la Basílica de San Ambrosio, dedicada al santo patrón de la ciudad, es la más querida por los milaneses. Construida en el siglo XI en ladrillo rojo en estilo románico lombardo, este templo religioso destaca en su fachada, por sus dos torres de diferentes alturas, un cuadripórtico y un gran atrio con varios restos arqueológicos. En su interior se encuentra el fantástico Sarcófago de Stilicho, y los esqueletos de San Ambrosio, San Gervasio y San Protasio.
Y eso es todo lo que dio de sí nuestro día en Milan. Hay muchísimas cosas por ver, que desde luego conoceremos en nuestra próxima visita, como el Quadrilátero de Oro, la Pinacoteca Ambrosiana, la iglesia y columnas de San Lorenzo, la Iglesia de San Maurizio Maggiore, el teatro Scala, los emblemáticos barrios de Brera y Navigli, el Cementerio Monumental y la Estación Central.
Partimos desde Milán para visitar el Lago di Como, que se encuentra a poco más de media hora, aunque decidimos desviarnos un poco a medio camino para hacer noche. Elegimos un encantador hotel bungalow en el pueblo de Mercallo, entre un bosque con preciosas vistas a un lago. Lo recomiendo 100% porque es un lugar mágico en plena naturaleza.